sábado, 15 de marzo de 2014

Miro a Álvaro

Las habitaciones de la casa son todas dobles. Parece que no han dejado la vivienda sucia, aun así conveniente es que la señora de la limpieza haya llegado. Papá y yo elegimos una habitación que podría ser la suya, luego descubrimos que hay otra menos ruidosa. Las cortinas no parecen haberle gustado y las ha descolgado, cierto que tanta flor es pegajosa o repipi. Pero qué raro que a Papá le moleste un elemento estético, es tan pragmático este ingeniero jubilado. Rebusco por la cocina algo que le pueda faltar para su regalo de cumpleaños. Caminando por la casa acabo descubriendo una tercera habitación, ésta es aún más silenciosa y se ven árboles próximos, a él también le gusta más, ésta será la suya, aun con ese enorme armario antiguo. Por la ventana veo una torre de la zona incendiándose, la señora de la inmobiliaria no lo ve sintomático, estas cosas pasan.
He bajado a la planta baja con Mamá, que a qué santo aparece por aquí. Discutimos fuertemente, ella hace un amago de desmayarse, soy tan cruel a veces, tengo tanto del pasado estancado. Unas señoras la han sujetado pero las retiro y la tomo yo. Caminamos, parece que nos vamos reconciliando. Salimos de nuestro mundo y descubrimos el gran caos que nos rodea. Los bomberos están mojando el edificio donde Papá está. Descubro ya calcinadas las torres de apartamentos próximas. Personas van y vienen, he olvidado en el piso mi teléfono móvil, le pido el suyo a mi madre, no tiene batería apenas pero intenta hacer una llamada, sin embargo se equivoca y llama a alguien con contestador, alguien que nunca escucha su contestador. No hay más remedio que despertarme y mirar a Álvaro dormir.

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