miércoles, 15 de octubre de 2014

Otrora mora.



Has olvidado lo que pasó en Berlín. Has pensado de nuevo en presente perfecto. Has escrito: Dulces sueños vieja abeja dijo la comadreja. Después lo has borrado pues un segundo verso complicaría el poema que tanto deseas crear. Se te ocurría queja u oreja, ¡qué poesía tan compleja! Al pensar en moraleja ya tu estómago se retuerce y te tumbas en el sofá para ver la tv. Opacos son los sueños que manejas. Caes sobre la alfombra desde la mesanina y en la cuenta te levantas fuera de toda rima. Tu objetivo es impresionar al desconocido, te obcecas, te ofuscas, bostezas, te sumas de nuevo al desconcierto de dormir. Tu cuerpo se calienta, transpira, te remueves en un guión desbaratado, quieres llegar a la última consecuencia que el subconsciente aporte. Llaman al teléfono de casa, no puedes alcanzarlo, no quieres despertarte, suena y suena pero consigues sobrellevarlo hasta la extenuación, hasta que el tímpano sordo lo somete a pesadilla.  Hasta que del silencio un maullido te hace responder. Miau.

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