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martes, 10 de marzo de 2015
Elefante rosa

miércoles, 22 de octubre de 2014
Los pájaros también vuelan

Me despierto con los ojos cerrados y los brazos abiertos. Hay aire bajo mis axilas y la aperturas de mi nariz están desbocadas. Los pies están inclinados, las rodillas flexionadas, mi sexo erecto hace de timón mientras los boxers funcionan como velas de navegación, las mismas que soñé esta noche rozar mi cara. Mi abdomen se halla hundido bajo unas costillas prominentes, desplegadas en mi pecho de vello moreno. Las nalgas, apretados colchones al viento, reciben las ráfagas de aire que la velocidad les propina. Volar es un vicio reciente en los círculos que frecuento. Si no vuelas no eres nadie y si eres alguien vuelas. Con todo hay muchos discursos en contra de esta práctica tan sana como arriesgada. Volar puede arrastrar la motivación del trabajador hasta el punto de desequilibrio social, si abusas de esta práxis te ausentas de tus obligaciones, ¡el país deja de funcionar por culpa de unos pocos snobs! Nuestro lema, los pájaros también vuelan, nos permite el primer impulso, repítelo tantas veces en tu mente, comienza a ser uno de nosotros.
Para Álvaro Pichó, un gran volador
Para Álvaro Pichó, un gran volador
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miércoles, 15 de octubre de 2014
Otrora mora.
Has olvidado lo que pasó en Berlín. Has pensado de nuevo en presente perfecto. Has escrito: Dulces sueños vieja abeja dijo la comadreja. Después lo has borrado pues un segundo verso complicaría el poema que tanto deseas crear. Se te ocurría queja u oreja, ¡qué poesía tan compleja! Al pensar en moraleja ya tu estómago se retuerce y te tumbas en el sofá para ver la tv. Opacos son los sueños que manejas. Caes sobre la alfombra desde la mesanina y en la cuenta te levantas fuera de toda rima. Tu objetivo es impresionar al desconocido, te obcecas, te ofuscas, bostezas, te sumas de nuevo al desconcierto de dormir. Tu cuerpo se calienta, transpira, te remueves en un guión desbaratado, quieres llegar a la última consecuencia que el subconsciente aporte. Llaman al teléfono de casa, no puedes alcanzarlo, no quieres despertarte, suena y suena pero consigues sobrellevarlo hasta la extenuación, hasta que el tímpano sordo lo somete a pesadilla. Hasta que del silencio un maullido te hace responder. Miau.
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